Es posible tomar la educación física como un hecho
político, en la actualidad. Por tradición, esta disciplina se asentó en la
razón técnica, sin considerar los elementos sociales, culturales, políticos,
administrativos, históricos y económicos dominantes en la sociedad. Decimos que
la razón técnica se basa en la mayor o menos eficacia que se da en la acción, y
que no depende de las circunstancias o características del sujeto. En ese
sentido se tomaría la motricidad como una propiedad inseparable del ser. Entonces,
en nada cambiaria, como es motivado, cuánto tiempo le dedica al aprendizaje, en
qué condiciones la hace, que profesor es su guía. Pero, hoy sabemos, que no es
así. No existe ninguna práctica corporal. Que no esté
relacionada con cómo se produce, o con la clase que representa y sus
necesidades y características. Toda práctica corporal, contribuye a alcanzar un
modelo de cuerpo que se debate entre “cuerpo legítimo y no legítimo”, por eso
podemos asegurar cierto contenido político en dicha práctica. Al reflexionar
sobre diferencias entre la concepción tradicional y la actual, cabe
preguntarnos si debemos ir más allá de la consideración del cuerpo como un
espacio neutro sobre el que se da una relación de enseñanza-aprendizaje, que
pone en contacto cualidades de ese ser humano con recursos técnicos de validez
universal. Pero, también nos mueve a pensar si ese cuerpo está en permanente
producción ideológica, y sobre el actúan conjuntamente, redes de saber y de
poder en una relación, sobre todo, política La educación física no es un simple
proceso de construcción de la motricidad, sino un espacio político en el que la
experiencia es producto de tensiones culturales e ideológicas. Y, si hablamos
de tensiones ideológicas nos involucramos con la política. No debemos tener
dudas: para lograr una buena educación del físico de una persona, es necesario
considerar todos los factores de distinta índole que hacen de ese ser humano,
un producto de la sociedad que lo contiene.